martes, 31 de octubre de 2017

Capitulo 136 "Causa y efecto"

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Manos entrelazadas por detrás, inconfundiblemente vestido, poco más hippie que la primera vez, algo menos arreglado, tranquilo y a paso lento se acerca como hace dos años el loco andaluz al encuentro. Me siento en este bar y él aparece, así funciona. Sin moverme de la mesa me lo quedo mirando hasta que me mira. Dios mío. Se me cierra la garganta de los nervios. Ahí está el muso, que lo parió con él. Se me queda mirando. Y me mira, y me mira, y me mira sin dejar de caminar en dirección a su casa. Sonríe. Sonrío. ¿Se acuerda o no se acuerda? ¿Cree que soy una fan? ¿Seré una fan? Qué horror los fans. Sigue su camino y yo dudo un segundo. Entonces frena la marcha, vira hacia la izquierda y se mete en el bar de la esquina (el otro), ese en el que si me siento no puedo vigilar la puerta de salida de su casa, bien paparazzi lo mío. Sí, soy una fan. ¡Porca miseria! Me levanto como un resorte, agarro la carpeta negra con el blog y voy tras él. Le doy esto y sanseacabó, me lo juro. Y si me odia, me odia, será que me lo merezco.

Respiro hondo un par de veces, siento que me baja la presión, todo sea por la inspiración, me digo, y por el final del relato, termine como termine. Me paro en la puerta del bar y observo el panorama. Está en la barra, de pronto parece contrariado y es que así somos los locos, de la armonía al brote nervioso en un canto de gallo. Intento escuchar qué dice. ¿Entro? ¿No entro? Me invade la cobardía. ¿Y si dejamos el final abierto? ¿Como para que cada uno se imagine? Lo dejo de joder a él, que ya estaría siendo hora, cada lector lo termina a su gusto y—Y esto lo tendría que haber pensado antes… Ahora ya estamos en el punto de Kafka.

Nadie
Entro y me le paro a un costado, esperando que termine de hablar con uno de los mozos, ahora cuasi enajenado. Y sé muy bien que es kamikaze abordarlo en este estado pero también sé que es ahora o nunca y para saber si hay agua hay que tirarse al estanque. ¡Loco!, le digo tímidamente mientras va saliendo con un papel en la mano, presuroso. Que tengo una cita, me dice sin mirarme, ya fuera del bar. El automático que tienen estos personajes famosos para huir, a los que la gente intenta acercarse constantemente para pedir autógrafos, fotos y esas cosas. Bueno, respondo, haciéndome la superada, la que no me importa mucho que no se detenga para darme un abrazo fuerte y fraterno, haciéndome la que vive acá a la vuelta y no en el culo del mundo. Se lo dejo acá al mozo y vos después lo buscás cuando podés.

Entonces se detiene un momento, aún con el papel en la mano, vuelve a decirme que tiene una cita con el médico pero ahora me mira largo, parece que ata cabos, creo que me reconoce. Y mire los curiosos estragos del tiempo y del contexto, hace dos años nos contamos y confesamos un montón de cosas, hasta las inconfesables, hace dos años cuando lo abordé frente a su casa rápidamente se entusiasmó y vino a sentarse a la mesa conmigo, parrandeamos de acá para allá, me llevó a trabajar con él, cosa que no logra ni el periodisto más más de toda España, que este Loco acceda a abrirse un poquito, y sin embargo ahora... Como si aquello no hubiera pasado. Como si fuéramos dos completos extraños. Y posiblemente lo somos. Finalmente responde que se lo deje en el bar y ya yéndose agrega que después me llama, es que voy a una cita, vuelve a disculparse. Rápidamente garabateo una nota en un papelucho, la meto dentro de la carpeta y allí la dejo.

Y es que nadie se baña dos veces en el mismo río, ya lo sabemos, porque pasado un tiempo nada es lo mismo, ni el río ni el que se baña. Vuelvo a mi mesa, me siento, la tortilla todavía en el plato. Agarro el tenedor pero no puedo probar bocado. (Capitulo siguiente)

Continuará…

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