miércoles, 15 de noviembre de 2017

Capítulo 147 "Imbécil obsesión"

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Uno debería nacer con un botón que diga “no os molestéis, conozco la salida”, y cuando la cosa se pone peliaguda poder apretarlo y desaparecer para siempre, para toda la vida y que nadie sufra, que todo siga parecido porque uno no es importante y así son las cosas... vienen y van. Acaba de llegarme un whatsapp de mi madre, la señora que la cuida grabó su voz y me la mandó, no recordaba que estoy de viaje, ella está cada vez más desorientada y va a llegar el día que no me reconozca. Ya no puede hacer casi nada, le duele todo, camina cada vez menos… ¿La ciencia estira la vida por algo en particular o es solamente una imbécil obsesión?

Tengo todavía el teléfono de ella en la mano, Jesús la sigue llamando y yo estoy entre contestarle a mi madre, llevarle el móvil a ella o atender a Quintero y decirle que no moleste porque está de lo más inspirador este reencuentro a solas con su señora mujer. Dejo mi teléfono y le llevo a ella el suyo pero en el camino deja de sonar. Está sentada a la vera del río con sus pies en el agua, los mueve serenamente. Se recogió el pelo con una hebilla y la musculosa que lleva deja entrever su espalda larga, sus hombros bien definidos. Pareciera que se le pasó la angustia preguntona, la santa marihuana... Me descalzo y me siento a su lado, meto mis pies en el Guadalquivir. La luna ahora está en lo más alto del cielo, la música de boliche sigue sonando, se escuchan cada tanto algunas carcajadas histéricas, borrachas, idiotas...

Y me da por llorar. Me mira con sorpresa. El teléfono vuelve a sonar en mi mano, se lo doy. ¿Y qué hace tú con mi móvil?, dice su mirada. Sale del agua y lo atiende, le cambia el ánimo en un segundo. Yo sigo llorando, lloro bajito para que nadie escuche porque el dolor es algo malo y dice Gancia que tenemos que ser todos felices. Pienso en cómo va a ser el mundo cuando mi mamá no esté… Espantoso, ¿cómo va a ser? Ella me sigue mirando mientras habla con el loco, se acerca, me pone una mano sobre la espalda. Me calmo, le sonrío. Y cada vez me siento peor por lo que le hice. Se despide de él después de discutir algún asunto, bastante ofuscada. ¿Qué tiene tú ahora?, pregunta. Niego con la cabeza. ¿Qué te pasa a vos?, respondo, virando la dirección. ¡Que no lo aguanto cuando se pone así, anda que!, me dice nerviosa mientras busca apurada sus cosas que habían quedado sobre el pasto, se calza las sandalias, me trae las mías. (Pausa larga) ¿Te viene conmigo? (Sigue)

Continuará...

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