martes, 13 de febrero de 2018

Capítulo 219 "Naranja mecánica"

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El presente no existe, señora, la naranja o está en la rama o está en el suelo así que nos vamos de nuevo para atrás, a El portil, a la noche de reyes, los sucederes me llevan allá por lo de esta chica osada de los encajes, Rocío. Me había despertado muerta de frío a la madrugada y ahí estaba la Gitana dormida a mi lado, hecha una bolita, había vuelto. Nunca me respondió cuando le pregunté qué hacía en mi cama y no en la de su señor marido, se hacía la tonta, la como quien no quiere la cosa. Yo la odiaba porque se había ido tantos días y ni me había llamado pero Ella estaba triste y hermosa con su vestidito negro y sin decirme mucho me arrastró hasta la ducha con desesperación. Se desvistió, me desvistió y me puso el jabón en la mano para que repitiese aquel ritual por su espalda, el ritual de la borrasca. La vi llorando por Él pero no quise suponer nada porque no sabía... Sí sabía que no lloraba por mi y eso me partía el alma. Descubrí esa noche que se puede gozar y sufrir al mismo tiempo, llorar de gusto y de tristeza con las mismas lágrimas. 

Los periodistas, ya lo dije veinte veces, se habían ido a dormir, quedaban alrededor de diez o quince pero comían, tomaban y jodían como un centenar de calabreses malcasados. Y Ella me había vuelto a enloquecer, me bañó entera aunque yo ya me había bañado porque estaba de mugre hasta la coronilla y no puede ser, me había dicho, no puede ser que me deprima y ni me bañe y tenga los pelos hechos un nido de caranchos por una chica que acabo de conocer, y no podía ser porque a mi no me gustaban las chicas… Pero no podía dejar de mirarla. Cuando pasaba su mano enjabonada por mis terrones de azúcar los ojos se le ponían intensos y no encontré palabra para describir lo que sentía yo, me enjuagó, toda abocada a la tarea, como si me quisiera mucho. La abracé cuando vi que lloraba, intentaba disimular pero no le salía, le besé despacito la boca porque verla triste me mata, le pasé el jabón por la espalda, me hizo saber al oído lo que le estaba pasando, lo que le estaba haciendo pasar. Era nuestro segundo encuentro, ya éramos imperfectas desconocidas.
 
Nos fuimos de nuevo a la cama, caminamos hasta la pieza desnudas como si estuviéramos solas, sin importarnos que alguien nos viera, nos sacara una foto y la subiera a internet, y ahí fue que me nombró, y ahí se me empezó a poner espesa, muy espesa la cosa porque me nombró a mi, quiere decir que estaba en la cama conmigo y no pensando en Él, ¿me comprende? Me nombró cuando bajé con mi mano hasta su cajita de pandora y disculpe el término medio idiota pero probé varios y todos suenan espantosos… Si alguien tiene una metáfora para esa fémina parte le ruego me la deje en los comentarios porque la voy a necesitar. Me miró unos segundos largos con sus ojos un poquito cerrados y me nombró, Porteña, me dijo, y esta vez no estábamos drogadas. Me nombró una sola vez con la voz fragmentada mientras reaccionaba con todo el cuerpo a cada caricia que le hacía, primero con pudor, luego ya no... (Sigue)


Continuará...

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