sábado, 24 de febrero de 2018

Capítulo 225 "Melindre"

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Dejé que me pinte de nuevo
No ve, no ve que si no la veo no escribo. ¡Dos días vacua, caucásica, sin ganas, marchita como el día! Si no sé de Ella sucede que no me sale una letra, Él al parecer ha perdido el efecto y definitivamente Ella ha tomado el mando de todo. Le pedí mi teléfono al señor del bar, iba a llamarla ya, no daba más de ansiedad, además era demasiado tiempo sentada por un sólo café de un euro. Me daba vergüenza. Sé que se levanta no antes de las diez y casi que ya eran. El sol afuera empezaba a calentar recién ahora, en invierno a él también le cuesta salirse de la cama. Pensé en otra cosa para dejar de llorar, iba a decir por mi mare pero cuando uno llora llora por uno. Y me puse a pensar en otra cosa para matar unos minutos más, como si un minuto marcara alguna diferencia, y quizá sí, con el Loco en Nochevieja había sido una enormidad. Pensé en El Portil, en el día que nos fuimos de aventuras con Ella a la playa gay, La Nueva Umbría. Me llevó ahí después de mi brote de reyes. Cuando no pude más conmigo. Me la paso huyendo, sí, cuando era joven salía con los “amigos de teatro” y tenía la manía de desaparecer. En medio de la noche, en medio de la fiesta, del boliche, del varieté, de la diversión, Marina se iba sin saludar a nadie, se escurría por entre las sombras fantasmas de la noche, esperaba el colectivo horas hasta que venía y así, con la eterna sensación de no encajar en ningún lado, de que aunque los demás se daban cuenta nadie la podría ayudar nunca, llegaba a casa de su padre de madrugada, en donde tampoco encajaba.

Me pinta y me lleva a su cama y no me suelta y no la suelto
El brote me dio el 6 de enero. Huí con su bici por la autovía porque me estallaba el cerebro. Ella había vuelto la noche anterior, se había recostado en mi cama y no en la de él, y habíamos enloquecido de nuevo. Dios mío. Después de aguantarnos tanto estoicamente. Pero cuando desperté ya no estaba. El sol entraba a borbotones por la ventana. Me la imaginé en la cama con él, los dos despatarrados. Me había venido a buscar por despecho, se había sacado las ganas y ahora volvía a él. Me dio miedo de mi, tenía unas ganas de matarla que te la voglio dire. Sí. DE MATARLA. Seguramente lo estaba abrazando mientras lo miraba con ternura. Por un segundo sentí que se me iba la cabeza, que no podía yo estar haciendo todo lo que estaba haciendo. Mi madre convaleciente en Argentina y yo descocando como estaba descocando. ¡Era inmoral! ¿Qué estás haciendo, Marina? Sentí la locura, realmente la locura pisándome los talones. Sentí que esto ya no era un juego, que se estaba poniendo border.

Me vestí y sin desayunar ni mirar a nadie escapé con su bicicleta, otra vez, sin mirar atrás. A Ella de Ubrique no le había contado nada ni pienso escribirlo porque es demasiado subido de tono y si en algún momento lee... De eso sí que no habría vuelta atrás. Sentía que me volvía loca porque mi vida es lo opuesto a todo ese quilombo de periodistas borrachos y descocados. Después me iba a enterar de que eso que me dio Dragoni era éxtasis, ¡éxtasis!

Volví del centro de Punta Umbría pasadas las dos de la tarde, algo más calma y decidida a irme ya para Sevilla. En pensión Gala había lugar y me esperaban con los brazos abierto. Pero... Cuando entraba con su bicicleta a la colina Ella justo bajaba las escaleras, me miró y lo primero que pensé fue que se había enterado, alguien le contó, me dije, lo que pasó en su ausencia, en la Nochevieja:

Seguíamos los tres a la mesa, el Loco, Rocío y yo, Enrique se había retirado hacía rato y lo lamenté bastante porque nos intrigan los mismos misterios. Jugábamos a algo que si perdías tenías que tomarte el vaso entero. Esto es trillado, Marina, pensé, mientras los observaba seduciéndose ya sin sutilezas. Mi Loco protagonista en pedo linda con lo patético, como la mayoría de nosotros, la diferencia es que Él es una leyenda por eso igual era atractivo. Esto es trillado. TRILLADO. ¡La típica escena pedorra en la que se ponen beodos y luego de ahí a la cama! ¡Virá la cosa pa otro lado ya! ¡YA! (Pausa amonada). ¿Y tú también viene?, me preguntó Él con la voz algo patinosa, con esa mirá recia, seductora, legendaria. Hablaban de subir un rato a la habitación antes de que se hicieran las doce. (Sigue)

Continuará...

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